viernes, 28 de noviembre de 2008

Problemas con los enrocados y gaviones

El problema más habitual que se presenta en relación a la infraestructura de los puentes es la socavación del suelo, tanto la localizada en los alrededores de las fundaciones como la generalizada del lecho. La socavación es el descenso que experimenta un lecho móvil respecto de su nivel natural, debido a un desbalance entre la capacidad erosiva de una corriente y el suministro de sedimentos. Este descenso afecta a pilas y estribos como asimismo a toda estructura cuya fundación esté inserta en un lecho móvil.

Habitualmente los puentes se dimensionan para la crecida correspondiente a un período de retorno de 1 en 100 ó 200 años. Sin embargo, hasta hace poco no se utilizaba este criterio, por lo que existe una cantidad importante de puentes que significan un estrechamiento al escurrimiento, aún para crecidas con períodos de retorno bastante menores que los señalados. En todo caso, se debe tener presente que las diferencias de caudales al llevar, por ejemplo, el periodo de retorno a la mitad del habitual para diseño, no significa que el gasto baje al 50%. Las variaciones del gasto para diferentes periodos de recurrencia son mucho menores; dependiendo de las características de la hoya el caudal para un período de retorno de 50 años puede resultar del orden del 80 al 85% del correspondiente a 100 años.

Cuando un puente crea un estrechamiento del cauce acelera el flujo, con lo que crece el arrastre de materiales del lecho y, por lo tanto, las fundaciones quedan propensas a socavarse: Esta condición también impone una presión importante sobre los terraplenes de los accesos los que, eventualmente, pueden llegar a cortarse.

Existen varias alternativas para proteger las riberas de los ríos, los taludes de los terraplenes de acceso al puente y las fundaciones. Una de las soluciones más comunes para proteger las fundaciones de los puentes y los taludes de los terraplenes de acceso, es defenderlos con enrocados o con gaviones, tal como se especifica en la Sección
5.207 del Volumen N 5 del Manual.

Los enrocados de protección de riberas se diseñan en función de la velocidad del escurrimiento calculada para la crecida de diseño, y ajustándose a una determinada granulometría que asegure su estabilidad. En la Tabla 7.201.4B se da una pauta de los pesos nominales (a lo menos el 50% del enrocado debe tener un peso superior a éste)
que son necesarios para diferentes velocidades del escurrimiento. En todo caso en la citada Sección 5.207 del Volumen N 5 del Manual se entregan antecedentes de granulometrías para enrocados.


En general los enrocados de protección deben diseñarse con un espesor igual a dos veces el diámetro nominal del enrocado. Este diámetro puede estimarse utilizando una velocidad solicitante de la corriente de 1,5 veces la velocidad media en la sección.

Los gaviones, otro sistema muy usado para controlar los efectos de las corrientes, son elementos celula- res constituidos por paralelepípedos, cilindros o bolsas de malla de alambre galvanizado rellenos con piedras. Los elementos se amarran entre sí, formando muros de contención, revestimientos de cauces, colchonetas de protección de riberas, etc. Como son relativamente flexibles pueden cambiar de forma o sufrir asentamientos importantes sin experimentar mayores daños, por lo que son especialmente útiles para proteger los estribos, cepas y taludes de terraplenes de acceso.

En la construcción de gaviones debe cuidarse especialmente la selección de las piedras de relleno, pues
si resultan demasiado pequeñas o sus formas son inadecuadas, la malla no las retiene por lo que el gavión falla. El segundo aspecto que se debe tener en consideración se refiere a la corrosión del alambre de la malla o del alambre de amarre, que normalmente son galvanizados y/o recubiertos con plástico. Cuando se corta el alambre, sea por efectos de la corrosión o porque experimenta un alargamiento desproporcionado causado por un asentamiento excesivo, las celdas se desintegran produciéndose la falla generalizada del sistema. El arraigo de vegetación es positivo, pues muchas veces ayuda a mantener las piedras en su lugar, aún cuando las mallas y amarras se encuentren corroídas

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