Cuando las pendientes longitudinales son empinadas, el agua puede alcanzar cierta velocidad. Por tanto, si no se toman medidas al respecto, es seguro que ocurrirán arrastres y erosión en las cunetas.
La manera más sencilla de resolver este problema consiste en reducir el volumen de agua disponiendo de drenajes transversales, dispuestos en intervalos cortos (cada 50 o 100 metros), dependiendo de la naturaleza del suelo. Cuando esto no es posible, se debe estudiar la posibilidad de revestir el canal con un material más duro, por ejemplo con piedras ligadas con mortero. Como alternativa se recurre a los “quiebradientes”, estos retienen los sedimentos arrastrados por la corriente de agua, lográndose una serie de tramos de baja velocidad, interrumpidos por pequeñas cataratas.
Los quiebradientes se construyen usualmente de piedras y deben ubicarse a una profundidad apropiada del nivel superior de la carretera, para evitar que las cunetas lleguen a desbordarse.
La manera más sencilla de resolver este problema consiste en reducir el volumen de agua disponiendo de drenajes transversales, dispuestos en intervalos cortos (cada 50 o 100 metros), dependiendo de la naturaleza del suelo. Cuando esto no es posible, se debe estudiar la posibilidad de revestir el canal con un material más duro, por ejemplo con piedras ligadas con mortero. Como alternativa se recurre a los “quiebradientes”, estos retienen los sedimentos arrastrados por la corriente de agua, lográndose una serie de tramos de baja velocidad, interrumpidos por pequeñas cataratas.
Los quiebradientes se construyen usualmente de piedras y deben ubicarse a una profundidad apropiada del nivel superior de la carretera, para evitar que las cunetas lleguen a desbordarse.
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